La decisión de la DC de ir a
la primera vuelta presidencial abrió una coyuntura de difícil pronóstico. Si
bien, se trata de una ruptura preliminar, los hechos de los días siguientes van
mostrando que cada día se hace más complejo lograr un acuerdo parlamentario y
apoyo para enfrentar de modo unitario la segunda vuelta presidencial. Hoy, para
muchos el histórico pacto de la centro-izquierda está muerto sin candidato
único, sin unidad parlamentaria y sin apoyo para la segunda vuelta
presidencial.
Los rasgos de la nueva fase
política se comienzan a instalar con fuerza en la política chilena. De hecho,
la presencia del Frente Amplio, la derrota de Lagos y compañía, el
posicionamiento de Guillier, la apertura del campo político de la derecha y el
giro a la izquierda del PS, son signos –entre otros- de que el nuevo ciclo se
ve más cerca que lejos. No obstante, la restauración conservadora mantiene
importantes espacios de poder en la política y en los medios. Las decisiones de
la DC, por tanto, se inscriben en ese contexto de cambio de fase política.
Si la ruptura de la Nueva
Mayoría es definitiva y se re-formula la política de alianzas, la nueva fase
política estará dando pasos agigantados para instalarse en pleno. No obstante,
esto no va ocurrir antes que termine el próximo mandato presidencial.
En otro análisis vimos que
la unidad parlamentaria es la llave maestra para lograr mantener la cada día
más frágil unidad de la centro-izquierda. Al mismo tiempo, afirmamos que esa
“unidad política y parlamentaria” no se puede seguir sosteniendo sobre la base
de una ruptura ideológica y política. En efecto, en la coalición no pueden seguir conviviendo neoliberales y
anti-neoliberales.
La decisión del PS y del PPD
de no pactar con la DC, las declaraciones de Goic en torno a las concesiones
hospitalarias, la inscripción de su candidatura y la necesidad de re-fundar la
coalición y la ruptura con los radicales son hechos que van configurando un
panorama complejo para lograr esa unidad. Todas las señales van en esa
dirección. No obstante, nadie se atreve a ponerla la epitafio de la tumba.
Primer problema. Los cálculos electorales muestran que en el escenario de ruptura
parlamentaria los más perjudicados serían los DC. Sin embargo, hay cifras que
han empezado a circular y que dan cuenta de que sin unidad parlamentaria todos
los partidos de la coalición serían perjudicados al bajar su representación de
modo significativo en el Congreso. Mientras,
para algunos DC la lista única falangista es un riesgo que calificado como
suicida; para otros, es preferible un partido chico, coherente, ideológico y
bisagra.
No obstante, hay un segundo problema que debe enfrentar el
falangismo. Se trata, de que muchos votos en la Junta para ir a primera vuelta
fueron decididos y emitidos con la convicción de que habría pacto
parlamentario, apoyo “mutuo” para la segunda vuelta y, en consecuencia, la unidad
de la centro-izquierda seguiría articulando la política chilena. De hecho,
buscar ese acuerdo fue el voto político de la jornada. No obstante, pasan los
días y los tiempos políticos de reducen.
En consecuencia, si no hay
“unidad” la tensiones internas irán en aumento y el fantasma de los descolgados
–lo que es bien visto por muchos- volverán a instalarse en el seno del
falangismo. Cómo sabemos, esos sectores –los que se tienen que ir- siempre son
los reformistas-progresistas que se inspiran en la “la unidad política y social del pueblo”. Quizás, otro signo de la
nueva época.
Estos dos hechos potenciales
–baja en la representación parlamentaria y conflictos internos en ascenso- ,
tienen un impacto no sólo sobre el estado de las reformas durante el próximo
período, sino también en la conformación de su lista parlamentaria.
Respecto de la primera tensión, hay que volver a
insistir, en que lo que está en juega para el próximo ciclo presidencial es la
posibilidad política de seguir impulsando reformas en dirección anti
neoliberal, al menos, contra modelo en algunas de sus dimensiones.
Las coordenadas, en consecuencia, del mapa político para los próximos
años están definidas por las reformas: más
reformas, estabilizar los que hay, menos reformas o que hay que hacer de nuevo
las reformas. La tensión será, por tanto, entre regresión o profundización
reformista. De hecho, esa fractura ya está instalada en la sociedad chilena y
la DC es uno de los partidos más atrapados en ella. Pareciera, que están en una
etapa de sobre-vivencia y posicionamiento político.
Los hechos de este gobierno
y su “reformismo híbrido” muestran
que un proceso de reformas de la magnitud del que se puso en marcha en marzo
del 2014 no puede sostenerse con fisuras internas como las que se manifestaron
y manifiestan en este ciclo presidencial al interior de la moribunda Nueva Mayoría.
Segunda tensión. Se trata, de la configuración de su plantilla parlamentaria entre
reformista, conservadores y neo-liberales. Si bien, armar una lista unitaria
con varios cupos -dependiendo del distrito- parece fácil ya que hay espacio
para todos; por otro, se ve complejo el proceso porque unos tienen más opciones
que otros de salir electos. Esto, sin duda, tensiona al
partido. Surgen, en consecuencia, dos pregunta: ¿cómo equilibrar la plantilla
parlamentaria entre progresistas y neoliberales? y ¿qué rol jugará esa bancada
en la defensa de las reformas en un eventual gobierno de Piñera?
Finalmente, hay una tercera problemática. Se trata, de los
apoyos para la segunda vuelta presidencial. Esta instancia es, sin duda, el
espacio en que se manifiestan las latentes fracturas internas. Las opciones del
falangismo para la segunda vuelta presidencial son diversas: Piñera, Guillier o
la Bea Sánchez. Los apoyos están divididos. Si bien hay guilleristas, también
hay piñeristas. Respecto de la posibilidad de que Sánchez pase a segunda
vuelta, el silencio se ha instalado en la falange. Lo relevante, es que desde
la mesa se ha dicho que no hay giro a la derecha.
Sin duda, la decisión en
esta dimensión del conflicto falangista está abierta y en su momento debe ser
resuelto. No obstante, la opción Piñera para segunda vuelta no desagrada a
destacados y conspicuos falangistas. De hecho, la opción Goic evita que muchos
tengan que votar en primera vuelta por Piñera –que, además viene de familia DC.
En consecuencia, el nudo
político a resolver a corto plazo es: hay lista parlamentaria única o no. Esta
es la llave maestra que abre las otras puertas. Lamentablemente, para los
negociadores el paquete viene completo, el espacio político se ha ido
reduciendo y los tiempos políticos se acortan. Esta decisión va definir el
futuro político no sólo de la falange, sino también la política chilena y el
desenlace de la política reformista.
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