Diciembre 2013
La
renuncia de Longueira a la política es un hecho político con efectos de corto y
largo plazo no sólo para el gremialismo, sino también para el sistema político
en su conjunto. Longueira es, y ha sido un actor fundamental de la política de
los últimos 35 años. A pesar de su “alejamiento”
seguirá jugando un rol decisivo.
El
retiro, lo había mencionado en el último
tiempo en varias ocasiones. Pero, el mismo había dicho que se había “re-encantado” con la política desde el
ministerio de Economía. Luego, entro a la carrera presidencial obligado por las
circunstancias: “lo que llegó sólo… ya
que no lo busque” fueron sus palabras.
Finalmente, gana la primaria y un mes y medios después renuncia a la
candidatura presidencial aduciendo razones de salud: “depresión severa” fue el diagnóstico que circulo públicamente. Luego,
cincos meses después anuncia su retiro de la
política contingente: “he cumplido una
etapa” fueron sus palabras.
Hay
tres preguntas fundamentales: ¿por qué
se retira de la política?, ¿por qué hace el anuncio antes de la segunda vuelta?
y ¿qué efectos políticos tiene la decisión de Longueira?
¿Por qué se retira de la política?
Dos
son las razones del retiro de Pablo: personales y políticas. Las personales
tienen que ver con el cansancio, con su “depresión” y con la re-valorización de
otros aspectos de la vida. Sin duda, un Longueira cansado y enfermo no está en
condiciones de competir, negociar ni articular. Las razones políticas que
explican su “retiro” son tres:
1.
Su salud y cansancio no le permiten competir en términos políticos por lo
menos, a corto plazo. Pablo, se ha debilitado y eso ha repercutido en sus
posiciones de poder: no está en
condiciones de competir en la primera línea de la contingencia política.
2.
Longueira ha llegado al convencimiento de que Chile está cerrando un largo
ciclo político que se ha extendido por más de 30 años. Este hecho, implica que la derecha en general y el gremialismo en
particular se debe “adaptar” a un nuevo Chile. Para Longueira, la
adaptación a la nueva fase implica tres cosas: renovación generacional,
pragmatismo político-ideológico y recuperar las formas originarias de hacer
política según la doctrina “Guzmán”.
Longueira,
no está en condiciones de liderar este proceso. Hay que abrir, por tanto,
cauces a nuevas generaciones. Longueira, ha declarado por agotada a su
generación. Es la hora, del relevo. Novoa, también hace un diagnóstico en esa
dirección: “hay un ciclo que está
llegando a su término” ha dicho el doctrinario.
El
cambio –la adaptación- también debe ser ideológica; en el sentido, de abrirse a
una visión no ortodoxa de los enclaves del modelo de desarrollo chileno. Desde
el ministerio y desde la campaña para la primaria ya había insinuado algunos
ajustes al modelo: más justicia social y terminar con los abusos en la relación
capital-consumidores. Finalmente, en el plano de la acción política Longueira
ha insistido al interior del gremialismo en volver al “estilo Guzmán”; es
decir, privilegiar el sacrificio –“dejar
la comodidad” se ha insistido desde el gremialismo-, los acuerdos internos
sobre la competencia y pensar siempre en primer lugar en Chile.
3.
Este proceso de “cambio” y de adaptación
hay que iniciarlo ahora. Hoy, es el ahora y no después de la segunda
vuelta. Renunciar a la política refuerza al interior del partido este proceso
que ya se venía manifestando.
Este
aspecto se relaciona con la segunda pregunta planteada: ¿por qué hace el anuncio antes de la segunda vuelta?
Longueira,
en primer lugar, ha dado por perdida la elección presidencial. En consecuencia,
ha decidido poner en marcha con mayor intensidad y actualidad la adaptación y la
renovación del gremialismo en particular y la derecha en general. No se puede
seguir postergando “lo urgente”.
Pero,
no sólo ha querido apurar y decantar las tensiones internas del gremialismo,
sino también señalar distancia con lo que ocurre en el sector hoy y con lo que
pasara después del domingo quince. Ha señalado, en consecuencia, que no está
disponible para el diagnóstico y juicio público. La pregunta no puede dejar de
hacerse: ¿qué responsabilidad tiene Longueira en la crisis actual de la derecha
en general y de la UDI en particular?
Y,
en consecuencia, surge la tercera pregunta: ¿qué efectos políticos tiene la decisión de Longueira?
Los
mayores efectos se producen al interior del gremialismo. El remezón es fuerte.
Longueira con su decisión ha sido un catalizador para apurar el proceso de
adaptación de la UDI a los nuevos
tiempos. Una primera fase de este proceso se abre con la renuncia de Longueira
y termina con la instalación de la nueva directiva en abril del próximo año. Y
entre medio, el consejo de enero.
El
partido con la debilidad y renuncia de Longueira visibiliza fuertemente su
fractura interna: sus “dos almas”. Un proceso que es consecuencia de un partido
que por su crecimiento –para convertirse en el partido más grande del
país- “ha perdido cohesión” y ha ganado en “diversidad”. Un partido –que para algunos- ha perdido su “ideario original”. Un partido que se ha
ido fragmentando lentamente y que en las dos últimas elecciones –la municipal y
la parlamentaria- ha quebrado su tendencia sistemática a la expansión
electoral.
Todo
esto, se expresa, en los pragmáticos, longueristas y populares y los
doctrinarios, novoistas y clasistas. Ambos grupos tienen visiones distintas en
relación a Pinochet y su obra, en torno al rol del partido en los nuevos
escenarios, en la relación del partido con la sociedad, con los empresarios y
con los sectores populares, en relación al papel de la UDI en el gobierno de
Piñera, en la composición de clase de
sus integrantes y en los vínculos y lealtades con el piñerismo.
Ahora,
ambos sectores deberán enfrentarse por la conducción del partido y desde esa
posición ejercer –más bien, tratar de mantener- la hegemonía al interior del sector.
La definiciones son variadas: ¿tipo de oposición que harán al programa de la
igualdad?, ¿quiénes serán los interlocutores con el bacheletismo?, ¿cómo
defenderán el modelo?, ¿qué estarán dispuestos a negociar?, ¿qué definiciones
presidenciales tomaran?, ¿apoyaran a Piñera en su nueva aventura presidencial?,
¿cómo relacionarse con RN?, son alguna de las preguntas que el gremialismo
deberá resolver.
Y
finalmente, ¿qué rol jugara Longueira en
todas estas definiciones? es una pregunta que tiene plena valides. La
respuesta la podemos encontrar a partir de dos preguntas que el propio
Longueira se ha hecho: ¿qué rol voy a jugar en este nuevo escenario? Y al mismo
tiempo: ¿qué rol jugara la UDI en este nuevo ciclo; sobre todo, en el tipo de
oposición que activara? La pregunta ya
la había hecho en Enero cuando se peguntaba por la UDI que había que construir
para los “próximos 30 años”. Hablaba,
entonces, de “refundar el partido y
recuperar la mística y la épica”. Por ahora, sólo sabemos que no estará en
la primera contingencia. Estamos a la espera de sus próximos movimientos.
Longueira
ha renunciado a la política. En rigor, ha renunciado a la competencia
contingente de corto plazo. Y con ello, busca un nuevo y estratégico lugar
desde donde “ejercer el poder”. Pero, no
ha renunciado al partido. Lo ha dicho Melero: “se aleja de la política, pero no renuncia a la UDI… es una persona cuya opinión y consejo van a
ser muy tomados en cuenta”.
La
política continúa con sus ritmos extenuantes. Por ahora, hay que esperar el
desenlace de los proceso de la tectónica del poder que ya están en movimiento.
La UDI se enfrenta a una coyuntura en que no sólo deberá adaptarse a los nuevos
tiempos de Chile y el mundo, sino también –y sobre todo- empezar a construir partido y hacer política sin los fundadores ni los
herederos de Guzmán. Ya se fueron del congreso y empiezan a dar los
primeros pasos al costado. El gran desafío de los gremialistas es seguir “sorprendiendo a Chile”. El problemas, es
que no es sólo cuestión de rostros.
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