martes, 8 de octubre de 2013

¿De qué refundación hablan en la derecha?

Octubre-2013
La coyuntura política que se manifestó en torno a los 40 años del golpe militar puso en la escena pública -como ocurre cada cierto tiempo— el proceso latente de “refundación” que vive la derecha chilena. No obstante, se trata de una dinámica que deja más interrogantes que certezas: ¿es conceptualmente correcto hablar de refundación?, ¿en qué consiste esa refundación?, ¿es real, que se está configurando una nueva derecha?, ¿es viable políticamente una nueva derecha?, ¿acaso, no es más adecuado hablar de “derechas” que de “derecha”?, ¿y a parte de separarse del gobierno de Pinochet, qué otra ruptura tiene que hacer con su pasado más reciente?

De que lo no hay duda, es que la derecha chilena está en crisis. Y ello, es la primera condición para transitar hacia una nueva derecha o si se quiere hacia una refundación. La crisis del sector es de una magnitud tal que en pocos meses tuvo que convivir con un deprimido –Longueira--, con un vetado –Allamand— y con un suicidado –Mena--.

El contexto social y político que caracteriza al país hoy es otra condición favorable para la dinámica refundacional o de “reformulación adaptativa” como prefiero llamarla. Ya es parte del paisaje afirmar que el país está en un nuevo ciclo social y político.

Estas dos condiciones se articulan en la afirmación de que la derecha vive una situación de crisis y debilidad en un contexto social y político distinto al que genero las condiciones para llegar a La Moneda en marzo del 2010. En consecuencia, la derecha tiene que reformularse y/o refundarse para ser competitiva en el nuevo escenario político.

¿Qué significa refundarse?  El diccionario de la RAE dice que refundar es “volver a fundar algo y/o revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptarse estos a los nuevos tiempos”. Por tanto, la “refundación” de la derecha implica cambiar y dejar de ser lo que es hoy y comenzar a ser algo nuevo y distinto en el contexto de la nueva realidad.

Entonces, ¿qué implica una derecha refundada o una “nueva de derecha”?  Podemos aproximarnos desde tres perspectivas: política, economía y valores.

En el plano de la política la derecha para refundarse no sólo debe competir en un sistema democrático sin subsidio político, sino también debe romper con el lado oscuro de la dictadura.

La derecha debe aprender a competir en la construcción del orden social desde la igualdad democrática. Es decir, sus proyectos e ideas deben validarse en el juego democrático. No hay que olvidar que el modelo neoliberal no sólo se impuso por medio de una dictadura sin deliberación colectiva ni legitimidad de origen, sino también fue defendido durante los gobiernos de la concertación por medio de un sistema que combina “lógica binominal” y altos quórum legislativos. En consecuencia, no habrá nueva derecha ni refundación mientras el sector compita en el juego democrático y deliberativo con subsidio político.

Por otro lado, la distancia que se mantenga con el lado negro de la dictadura –las violaciones a los DDHH— es otra variable política que contribuye a identificar los contornos de esta potencial refundación. Una derecha refundada –la nueva derecha--  debe estar distante de Pinochet y su gobierno de represión sistemática. Sin embargo, separarse política y moralmente de lo que fue el gobierno de Pinochet no es suficiente para instalar y consolidar un proceso de refundación política. Piñera, con las tesis de los “cómplices pasivos” y con la acción de cerrar el penal Cordillera intenta dar ese salto y quedar fuera y distante del brazo represor del gobierno cívico-militar.

Piñera, fue exitoso en instalar en el sector una cuña entre unos y otros; entre los pinochetistas y los no pinochetistas; entre los que los que fueron “cómplices pasivos” y los que no lo fueron; entre lo que dijeron NO y los que dijeron SI. No obstante, el problema político para el piñerismo es que en esta aventura son pocos en el sector los que pueden con él, cruzar esa frontera. De hecho, esta es una de las “fracturas históricas” del oficialismo: “el pasado nos separa” afirma la vocera del comando presidencial, Lily Pérez. En realidad, el pasado no los separa tanto como se pretende o como quieren: si no los separó durante más de dos décadas, ¿por qué tendría que ocurrir hoy?

El problema para la derecha es que Pinochet es una figura polisémica. En efecto, mientras por un lado instaló un Estado terrorista, por otro pone en marcha no sólo un modelo de desarrollo económico, sino también un tipo específico de sociedad. Pinochet hizo, en definitiva, una revolución. Pinochet y sus apoyos civiles fundaron un nuevo Chile.

La derecha, en consecuencia, no puede pretender disociar el hecho de que la sociedad neoliberal  se diseño y puso en marcha bajo el soporte de una dictadura que tenía el poder de decidir sobre la vida y la muerte de unos y otros. La derecha, no puede pretender distanciarse de lo malo de la dictadura –las violaciones a los DDHH-- y de felicitarse de lo bueno –el neoliberalismo--. En consecuencia, ambos momentos son indisolubles y parte de un mismo proyecto.

En el plano de la economía, la refundación de la derecha pasa por una reformulación o actualización de su pensamiento y práctica económica.

Las ideas económicas de la derecha son las que fundaron el modelo neoliberal chileno. Son las ideas que se consolidaron en democracia bajo los gobiernos de la concertación. Son las ideas que han sido la carta de navegación de la gestión Piñera. Para la derecha, son las ideas que nos llevaran al desarrollo y a superar la pobreza. Aquí, por tanto, encontramos el segundo problema para la refundación: ¿acaso, la nueva derecha va dejar atrás su fundamentalismo económico en pro de su proceso refundacional?, ¿acaso, va dejar pasar la oportunidad de encontrar unidad ideológica –y política— en torno a la economía?

En consecuencia, la defensa y la apología que el oficialismo hace del modelo son un freno para la refundación debido a que la nueva fase social y política del país tiene entre sus rasgos una fuerte impugnación al modelo y sus principales ejes operativos. Entonces, ¿cómo se puede refundar el sector, si sigue pensando lo mismo en materia económica?, ¿cómo se va refundar el sector si todo es mercado y mercantilización?, ¿cómo se va refundar el sector, si el Estado solo debe regular?, ¿cómo se va refundar el sector, si va seguir pensando la economía como un orden “puro y perfecto”?

Pueden, en consecuencia, estas ideas frenar los cambios estructurales que se le quieren introducir al neoliberalismo chileno. ¿Puede, la derecha chilena en el nuevo escenario político seguir haciendo apología del crecimiento ilimitado y del mercado sin límites ni regulaciones?, ¿acaso, va usar las mismas ideas económicas para defender el modelo y los ajustes a los que va ser sometido?, ¿acaso, piensa que todo se reduce a los abusos de la empresa sobre los consumidores?, ¿acaso, va seguir afirmando que lo que funciona mal en el plano de la economía es porque no hay competencia?

Finalmente, en el plano de la cultura y los valores una nueva derecha debe actuar de modo distinto a como lo ha hecho los últimos 25 años. No puede desconocer que a la mayoría de los debates valóricos no sólo ha llegado tarde, sino también se ha opuesto a legislar ubicándose en posiciones conservadoras que tarde o temprano terminan debilitándose. Los ejemplos son varios: divorcio, ley de filiación, la píldora del día después, libertades civiles, matrimonio igualitario, aborto terapéutico y AVP, etc.
 
Parece haber en la derecha chilena un desfase entre las grandes tendencias culturales de las sociedades modernas y su visión de lo que debe ser una sociedad “en orden” y tradicional. ¿Acaso, la “nueva derecha” tendrá una actitud no defensiva frente a estos temas?, ¿acaso, la derecha va comenzar a reconocer y legitimar la diferencia?

Finalmente, otro problema para la refundación es que no se puede hablar de la derecha como si fuera algo único y uniforme. De hecho, hay varias derechas: Los gremialistas ortodoxos, los gremialistas populares, la derecha piñerista, la derecha pinochetista, la derecha conservadora, la derecha liberal, la derecha social de Ossandón, la derecha joven y emergente. La convivencia de estos sectores ha sido difícil a lo largo de estos años. No obstante, ello no fue obstáculo para formar un pacto político y llegar a La Moneda. Los separa el pasado y los valores; los une la economía y la racionalidad de clase.

En consecuencia, cada partido, grupo o liderazgo no sólo tiene su propia agenda, sus ritmos, su historia y sus lealtades, sino también su propia subcultura político-ideológica. Nadie puede pretender generalizar la operación Piñera. Nadie puede pensar que la derecha es un todo que se mueve como un bloque indiferenciado; y que la pretendida “refundación” es algo que comprende y compromete al sector en su conjunto. Hoy, la refundación no es posible.

Por tanto, hoy me parece exagerado hablar de que la derecha está inmersa en un proceso de reflexión y de refundación político-ideológica. Por ello, es más adecuado hacer referencia a que la derecha está inmersa en un proceso de reformulación y posicionamiento político que tiene como horizonte adaptarse a las condiciones sociales, políticas y económicas de la nueva fase política.
 
Lo que ocurre en el sector, por tanto, es un reposicionamiento y/o “reformulación adaptativa” de los distintos liderazgos en la perspectiva de la nueva fase social y política. 

Cada subsector comienza a moverse y a mirar el futuro. Eso, es lo que ha hecho Piñera con la coyuntura de los 40 años del golpe. La elección de noviembre será fundamental para conocer el desenlace de este proceso. Y del mismo modo, hay que estar atento a lo que va suceder en las próximas internas de cada partido.

Por ahora, son los mismos rostros, las mismas prácticas, las mismas ideas, los mismos partidos, los mismos liderazgos, la misma historia y el mismo pasado: ¿es posible refundarse con estos antecedentes?


Sólo las nuevas generaciones están en condiciones políticas, morales e ideológicas de construir una derecha distinta a la que se refundó a principios de los ochenta y que desde los noventa se dedicó a defender el modelo de sociedad que diseño en “complicidad” con el pinochetismo. Quizás, asistimos a otro desalojo. Todo está por suceder. 

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