domingo, 29 de septiembre de 2013

El doblaje de Antofagasta

Septiembre-2013
La debacle del oficialismo en  las municipales de octubre del 2012 es la primera señal de que la plantilla parlamentaria del oficialismo corría riegos de perder influencia al verse reducida. Con el pasar de las semanas esta primera impresión se fue consolidando e instalando como una posibilidad real. La crisis presidencial de la derecha y el rotundo triunfo de la Nueva Mayoría en las primarias confirmaron este escenario.

¿Qué significa un triunfo parlamentario?  La centro-izquierda no sólo pretende ganar en primera vuelta, sino también obtener un significativo triunfo electoral. Ambos objetivos son difíciles de lograr. Son, a la vez, una meta ambiciosa. No obstante, hay condiciones políticas, sociales y electorales para afirmar de que “es posible”. En términos parlamentarios la Nueva Mayoría debe considerarse satisfecha con 12 doblajes en diputados y 4 doblajes en senadores. Con ello, tendría 72 diputados y 23 senadores. Lo ideal, serían 20 doblajes en diputados para obtener 80 escaños y 7 doblajes en diputados para obtener 26 senadores.  A su vez, dadas las condiciones de la coyuntura sería una derrota no lograr 9 doblajes en diputados para obtener 69 escaños y 3 doblajes en diputados para obtener 22 senadores.

En esta elección el senado renueva 20 representantes y diez circunscripciones senatoriales. Para lograr su objetivo, la Nueva Mayoría debe retener sus once escaños –lo que implica, mantener el doblaje de la octava región costa—y ganar tres más. A su vez, la derecha debe a lo menos, retener sus siete escaños; y, en lo posible, recuperar el que perdió con Cantero cuando éste dejó RN y la bancada oficialista.

¿Dónde se pueden conseguir esos cuatro doblajes e nivel senatorial?

Hay altas probabilidades de lograr esos doblajes en cuatro circunscripciones: segunda, cuarta, octava costa y Magallanes. Hay bajas probabilidades –muy bajas- de doblar en cuatro circunscripciones: metropolitana oriente, en la octava interior, en los Ríos y en los Lagos. Y hay probabilidades medias de obtener doblajes en dos circunscripciones: metropolitana poniente y sexta región.

A nivel presidencial la centro-izquierda nunca ha perdido una elección desde el plebiscito del ’88. De hecho, en la mayoría de las elecciones han oscilado en torno al 60% de las preferencias. Al analizar estos resultados en la “perspectiva de los doblajes” se observa que en el ’89 Aylwin con el 58% dobla a Büchi que sacó sólo el 25% de los votos. No obstante, la derecha con la votación de Errázuriz sube al 42%.

En el ’93 compiten seis listas y Frei con el 56% dobla a Alessandri que sacó el 22.4% de los votos. No obstante, la derecha con la votación de José Piñera (7%) sube en la región al 29.4% de las preferencias. En este caso, por tanto, la concertación estaría a un 1.6 puntos porcentuales del doblaje. Si le agregamos los votos de los comunistas. La Nueva Mayoría subiría su votación regional al 63% y con ello, habría doblaje.

En las presidenciales del ’99 el mapa electoral cambia de modo significativo. Con seis candidatos en competencia, la derecha con Lavín sube 10 puntos porcentuales al llegar al 40%. Lagos, a su vez, llega al 54.2% de los votos. Sin duda, muy lejos del doblaje. Si agregamos la votación del PC se sube al 58.3%. Tampoco hay doblaje. Finalmente, en segunda vuelta Lagos le gana a Lavín 58% a 42%.

En las presidenciales del 2005 con cuatro competidores, la derecha –con Lavín y Piñera— repite la votación de la presidencial anterior al obtener el 40.6% de los votos. Bachelet, a su vez, llega al 53.6%. No obstante, con esa votación dobla a Piñera (21%) y a Lavín (20%). Si le agregamos la votación del PC se sube al 59.5% en primera vuelta y al 61.2% en segunda vuelta. Tampoco, en este escenario hay doblaje.

En el 2009 con cuatro competidores, la derecha con Piñera baja levemente la votación obtenida en las dos últimas presidenciales al llegar al 37.5% de los votos. La Concertación llega al 27.5% de los votos. Los datos muestran que ambas fuerzas duopolicas bajan su votación regional; mientras la derecha lo hace en torno a los dos puntos porcentuales, la concertación lo hace en 26 puntos porcentuales. Por tanto, no hay doblaje. Si agregamos los votos del PC, sólo se logra subir al 35%. Tampoco hay doblaje.

El gran ganador en esta elección fue ME-O al lograr en la región el 28% de los votos; cifra, que supera en ocho puntos porcentuales su total nacional. La oposición actual con estos votos llegaría al 62% de las preferencias; a muy pocos votos de un potencial doblaje.

A medida en que bajamos en el nivel de competencia la votación presidencial se va diluyendo. Mientras unos quieren evitar fugas de votos; otros, pretenden que se produzca una importante  cantidad de cruces. Mientras más cruce de votos, más sube una lista parlamentaria en relación a su votación presidencial.

A nivel de los diputados las votaciones históricas de la Nueva Mayoría a nivel regional han sido muy favorables al oscilar también en torno al 60%. En las parlamentarias del ’89 con cuatro listas en competencia y un independiente fuera de pacto, la derecha logra el 30% y la concertación el 59.5%. Si bien, no hay doblaje, sólo es estuvo a 800 votos de lograrlo. Los no duopolicos que son de derecha logran el 10%.
 
En las parlamentarias del ’93 con cuatro listas en competencia la concertación logra doblar a la derecha al ganar 62.6% contra el 30.2%. Sin embargo, el doblaje sólo lo logra por un poco más de dos mil votos. Al agregar la votación regional del PC el doblaje de profundiza al subir siete puntos porcentuales y ubicarse en el 70% de las preferencias. En consecuencia, la concertación dobla por sí sola y con el PC –lo que hoy se conoce como Nueva Mayoría—logra doblar a la derecha a nivel regional.

En las elecciones de 1997 con cuatro listas en competencia la concertación logra el 59.6% de los votos y la derecha el 31% y no logra doblar. Sin embargo, estuvo a un punto porcentual de lograrlo. Si agregamos el voto comunista, se produce doblaje al subir la votación al 66.5%.

En las parlamentarias del 2001 con cuatro listas en competencia y un independiente fuera de pacto la concertación baja su votación y llega al 53.8%. A su vez, la derecha sube y se instala en el 36.2% de las preferencias. No hay doblaje. Si agregamos la votación del PC tampoco hay doblaje, debido a que obtiene una votación muy baja al llegar al 1.7% de los votos. En esta elección el independiente fuera de pacto fue decisivo para evitar el doblaje al obtener el 8% de las preferencias. Lo más significativo de esta elección es la significativa baja electoral de la centro-izquierda.

En las parlamentarias del 2005 con cuatro listas en competencia la concertación logra el 53.7% de los votos a nivel regional. Con esta cifra, consolida y estabiliza su votación. La derecha, a su vez también consolida y estabiliza su votación en torno al 37%. Con el PC que sube y recupera su votación histórica se llega al 60% de las preferencias. En ninguno de ambos casos hay doblaje a nivel regional.

En las elecciones del 2009 con cuatro listas en competencia la concertación baja al 30% de los votos y la derecha sube levemente al 39%. No hay doblaje. Las fuerzas no duopolicas llegan al 30%; mientras ME-O llega al 5% de las preferencias --22 puntos porcentuales menos que su votación nacional--, la lista “Chile Limpio” del PRI obtiene el 26% de los votos debido al liderazgo de Pedro Araya Guerrero. Tampoco hay doblaje cuando agregamos la votación del cacique local.

La fuerza electoral que cada partido y liderazgo tiene a nivel regional también se puede estimar desde la votación que obtienen a nivel local. En esa dirección, en las tres primeras elecciones municipales –1992, 1996 y 2000— se hubiese producido doblaje. Es más, estos los lograría la concertación sin el apoyo de los votos que vienen desde los comunistas.

A nivel de alcaldes la tendencia se repite. En el 2004 la concertación logra el 32% de las preferencias y la derecha el 15.6%. Hay, por tanto, doblaje. Con los votos del PC la votación de la Nueva Mayoría subiría al 36%. En esta elección la votación de los independientes fuera de pacto fue muy significativa al llegar al 48.2% de los votos. Ya en las parlamentarias del 2001 se había comenzado a manifestar el voto no duopolico en la región. La fuerza de este segmento anula el potencial doblaje. En este escenario, la derecha se quedaría sin representante.

En la elección del 2008 la concertación llega al 36% y la derecha al 14%. Hay, por tanto, nuevamente doblaje. Con los votos del PC la votación de la Nueva Mayoría subiría al 40% y se consolida el doblaje. Sin embargo, nuevamente se anula por la fuerte presencia de fuerzas no duopolicas como los independientes fuera de pacto que logran el 32.5% de los votos y el PRI que llega al 13% de las preferencias. En este escenario, la derecha se quedaría sin representante.

En la elección del 2012 la Nueva Mayoría llega al 33% de los votos a nivel regional y la derecha sólo al 6%. Hay, por tanto, doblaje. A su vez, nuevamente, las fuerzas no duopolicas logran una alta votación; sobre todo, los independientes fuera de pacto que obtienen el 44% de las preferencias. En esta elección, la ex RN –Karen Rojo— se convierte en factor decisivo para el resultado final. Antes, lo había hecho Pedro Araya y Esteban Velásquez. En consecuencia, estos liderazgos locales han anulado el doblaje que se ha dado entre las fuerzas duopolicas. En este escenario, la derecha se quedaría sin representante.

Cuando analizamos lo que ocurre a nivel de concejales se observa que los resultados se aceran a lo que ha ocurrido a nivel parlamentario debido a que se debilita las fuerzas de los no duopolicos. De ese modo, vemos que en las elecciones del 2004 la concertación a  nivel regional logra el 51% de los votos y la derecha el 34%. Por tanto, no hay doblaje. Si agregamos los votos de los comunistas la votación de la Nuevas Mayoría sube al 60.3% de las preferencias. Tampoco hay doblaje. Los no duopolicos logran un poco más del 5%.

En la elección del 2008 la concertación logra el 42% de los votos y la derecha el 28.3%. No hay doblaje. Con la votación del PC se sube al 52% y tampoco se logra doblar. No obstante, en este último cao, el doblaje estaría a 2.3 puntos porcentuales. La lista del PRI y del MAS –“Chile limpio”-logra un significativo 18% que vuelve a evitar doblaje. Incluso, con una pequeña parte de estos votos, se podría lograr doblar a la derecha a nivel regional.

En la elección del 2012 la Nueva Mayoría logra el 42.6% de los votos y la derecha el 22.3%. Con estas cifras no hay doblaje. No obstante, se estuvo a sólo un punto porcentual de logar doblaje. Las fuerzas no duopolicas vuelven a obtener a nivel regional una muy buena votación.

¿Qué dicen los datos anteriores?

Al analizar los datos de las elecciones presidenciales, de diputados y a nivel comunal y los proyectamos al plano senatorial en el contexto de construir tendencias, vemos que la Nueva Mayoría tiene una fuerza política y electoral muy significativa que la posiciona de manera expectante para doblar en la próxima senatorial.

A nivel presidencial de las cincos elecciones realizadas desde el ’89 la concertación logra doblar a la derecha en la región sólo en dos oportunidades; en el ’89 y en el ’93. Desde la presidencial del ’99 la derecha ha estabilizado una votación en este plano en torno al 40%.

A nivel de los diputados en las seis elecciones realizadas la concertación por sí misma sólo ha logrado un doblaje –en 1993-. Sin embargo, cuando a esa votación le sumamos los votos de los comunistas los doblajes sube a dos –en el ’93 y en el ’97--. En el ’89, el doblaje estuvo a 800 votos y en el 2001 lo impidió el alza de la derecha y la presencia de un independiente fuera de pacto. En el 2005 y en el 2009, la Nueva Mayoría –proyectada--- estuvo lejos de obtener doblaje debido al alza que venía obtenido la derecha desde el 2001 y la fuerte presencia del PRI.

En las municipales del ’92, del ’96 y del 2000, la concertación por sí misma dobla la votación de la derecha en las tres elecciones. La votación del PC ratifica estos doblajes.

En la elección de Alcaldes del 2004, 2008 y 2012 ocurre lo mismo; es decir, en las tres elecciones la votación de la concertación logra doblar a nivel  regional a la derecha. La votación agregada del PC ratifica estos doblajes. Sin embargo, el doblaje se anula por la fuerte presencia de fuertes liderazgos no duopolicos.

En la elección de concejales del 2004, 2008 y 2012 no se produce ningún doblaje a favor de la concertación por misma. Cuando se suman los votos que vienen de los comunistas tampoco hay doblaje.

En resumen, entre el ’89 y el 2009 se han realizado 20 elecciones sin considerar las tres senatoriales: cinco presidenciales, seis de diputados, tres municipales generales, tres de alcaldes y tres de concejales. La concertación por sí misma ha logrado doblar a la derecha en nueve oportunidades –dos presidenciales, una de diputados, tres municipales generales y tres de alcaldes--. Cuando agregamos la votación del PC –y proyectamos lo que hubiese sido la votación de la Nueva Mayoría— esos doblajes suben a 10; es decir, al 50%.

¿Qué relación hay entre estas tendencias generales con lo que ocurre a nivel senatorial?

A nivel senatorial, la experiencia nos muestra que de las tres elecciones realizadas –1989, 1997 y 2005— nunca se ha producido doblaje. Pero, ha estado cerca.

En 1989, se presentaron tres listas; la concertación, la derecha y el PAIS –que es el PC y sectores del socialismo-. La derecha obtuvo el 34.8% de los votos. A su vez, la concertación el 41.4% y el PAIS el 23.8%. Entre ambos, por tanto, hubiesen sumado el 65.2% equivalente a 133.051 votos. En consecuencia, el doblaje estuvo a 4.500 votos. No hay doblaje.

En 1997, nuevamente compiten tres listas; la concertación, la derecha y los comunistas. La derecha –con Cantero--  baja su votación al 32.85% de los votos. A su vez, la concertación sube al 61.11% y el PC logra sólo el 6% de la preferencias. La Concertación estuvo a 3.800 votos de lograr el doblaje. No hay doblaje. Sin embargo, al sumar la votación del PC –lo que es hoy la Nueva Mayoría--  se llega al 67.2% de los votos y se logra el doblaje.

Finalmente, en el 2005 compiten cuatro listas; la concertación, la derecha, el PC y la Fuerza Regional Independiente. La derecha –con Cantero y el UDI Leay— sube su votación al 37.8% y con ello anula toda posibilidad de doblaje. La concertación y el PC bajan diez puntos porcentuales al llegar al 58.2% de la preferencias. A su vez, los independientes del norte logran el 4% de los votos. No hay doblaje, por tanto, bajo ninguna combinación.

Estos datos proyectados sin considerar el contexto ni las tendencias anteriores, indican que doblar en la senatorial de noviembre en esta región es difícil. Sin embargo, desde entonces se han producido cambios importantes que inciden de modo relevante en que las posibilidades de doblaje aumenten significativamente.

¿Habrá doblaje en noviembre?

Si tuviéramos que responder esta pregunta desde lo que dice la historia electoral de la región, deberíamos optar por decir que no habrá doblaje. Pero, si ponemos atención en los rasgos de la coyuntura nacional y local y en lo que ha pasado en las últimas elecciones las posibilidades de doblaje aumentan.

Los resultados para la derecha en las municipales a nivel regional fueron muy malos; 6% en alcaldes y un 22% en concejales. A su vez, en las primarias de mayo la Nueva Mayoría logra un triunfo arrollador sobre la derecha al lograr 45 mil votos y el 77% de las preferencias. Se destaca, que esta votación equivale al 11% del total de los inscritos a octubre del 2012 y al 33% de los votos válidos de esa elección.

Estos datos, sin duda, muestran un escenario de debilidad electoral para la derecha; similar al de la década de los noventa. De hecho, la tendencia al alza que mostraron desde fines de los noventa a nivel presidencial y del 2001 a nivel parlamentario ha comenzado a revertirse.

Hay cuatro hechos locales que marcan fuertemente la elección senatorial de noviembre: (a) la histórica fuerza electoral que ha tenido la centro-izquierda en la región, (b) el profundo sentimiento regionalista, (c) la crisis de la derecha que en esta elección va en tres listas –Cantero, Rojas y Guevara-- y (d) los altos niveles de desigualdad y descontento debido a que los miles de millones de dólares que deja la actividad minera no han llegado a los habitantes de la región.

Estos rasgos de la política local generan condiciones sociales y políticas favorables para el doblaje. De hecho, los datos electorales como tendencia y como coyuntura muestran que el doblaje es posible. Esto, se fortalece con la división de la derecha y con que el ex DC Pedro Araya va en dupla con Guillier en la lista de la Nueva Mayoría.


La clave de esta elección está, por tanto, en estos dos últimos hechos. Todo esto lleva a que las posibilidades de doblaje en la región sean muy altas. No he visto encuestas; pero, todo indica que habrá doblaje. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

La derecha y el nuevo ciclo político: desafío urgente

Septiembre-2013
La derecha chilena está en crisis; ¿cabe alguna duda? Desde que Piñera llega a La Moneda empiezan los problemas políticos para el oficialismo. Desde ese momento se activa un proceso de descomposición y crisis que se ha ido agudizando y que amenaza con terminar en pocos meses más en una contundente derrota electoral: ¿qué explica esta dinámica y cómo en tan poco tiempo el oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?

Este hecho se explica por razones estructurales y coyunturales. Mientras las primeras tienen que ver con las tensiones históricas del oficialismo y que se relacionan con la lucha por la conducción y liderazgo del sector; las segundas, se asocian a los problemas políticos que se han manifestado en este gobierno.

La derecha se preparó y soñó con ser gobierno por veinte años. En ese tiempo no sólo logró legitimar sus planteamientos básicos y defender el modelo neoliberal instaurado bajo la dictadura, sino también logró un exitoso posicionamiento electoral que generó las condiciones para llegar a La Moneda en marzo del 2010. La derecha, como oposición fue exitosa.

Pero, una vez cumplido el sueño de gobernar en democracia, las cosas empiezan a cambiar al entrar a una fase de descomposición y crisis política.

Los problemas internos empiezan desde el primer momento cuando Piñera arma un gabinete técnico y sin experiencia política. Esta decisión –fuertemente criticada desde los partidos— se une a dos hechos que van jugar un rol fundamental en el devenir del gobierno: los conflictos de interés y la soberbia –expresada en el “que somos los mejores”-. La “luna de miel” se acaba rápidamente y antes de terminar el año los niveles de aprobación de Piñera comienzan a declinar.

Junto a esos problemas fundacionales de la gestión aparecen dos más que han sido decisivos y que va contribuir a debilitar la “nueva forma de gobernar” a mediano y largo plazo: su incapacidad para identificar y resolver conflictos y no haber estado a la altura de las expectativas.

La debilidad política –que confunden con un problema de comunicación— empieza a erosionar no sólo su legitimidad y a tensionar las relaciones con los partidos, sino también a perder el control de la agenda.  En consecuencia, la instalación de Allamand, Matthei, Chadwick y Longueira en el gabinete tuvo como objetivo fortalecer la gestión política del ejecutivo.

Bueno y malo. Bueno, porque volvió la política al gobierno; y malo, porque llevó la disputa presidencial del oficialismo al interior del gabinete.

Fue, por tanto, la coyuntura presidencial lo que terminó por consolidar y profundizar la crisis política del oficialismo. De este modo, el “déficit de política” del gobierno se manifestó rápidamente en la derrota electoral de las municipales de octubre pasado y en la “debilidad estructural” de sus opciones presidenciales.

La coyuntura presidencial es tributaria, por tanto, de los problemas políticos de la gestión Piñera y de las tensiones históricas de la derecha política que tienen que ver la conducción y el liderazgo político e ideológico del sector.

La complejidad de esta debilidad y crisis, es que se manifiesta en el marco de un nuevo ciclo social y político en el país. Si bien, este nuevo escenario se consolidó con Piñera, es en el gobierno de Bachelet que muestra sus primeros signos. Lo que ocurre, es que con la derecha en el gobierno el “nuevo ciclo político” se hace visible y se consolida.

La derecha, por años, se preparó desde la oposición para ser gobierno. Pero, no se preparó para gobernar en un Chile distinto al de los últimos veinte años. Aquí, está la dificultad. La derecha ha debido gobernar en una coyuntura política pantanosa y oscura que se fue lentamente transparentando y visibilizando. A medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico.

La nueva fase política se caracteriza en general por seis situaciones: articulación opositora en torno a la “Nueva Mayoría”, fuerte crítica al neoliberalismo chileno en lo económico y en lo político, el despertar de la movilización social y ciudadana, la emergencia de nuevos actores al juego democrático, la crisis y descomposición de la derecha y la fuerza electoral de la actual oposición.

Todos estos rasgos, finalmente, confluyen hacia un solo momento: de que en esta nueva fase social y política el elemento central es la crítica y el jaque mate que se le ha hecho al modelo. En consecuencia, en los próximos años el capitalismo chileno será reformulado de modo sustancial a nivel político y económico.

Para la derecha, es un problema político mayúsculo enfrentar este nuevo escenario en una situación de triple debilidad: política, electoral e ideológica. Política, porque ha perdido credibilidad y capacidad de articular; electoral, porque ha sufrido dos derrotas contundentes –en las municipales y en la primarias--; e ideológica, porque sus ideas fundacionales están fuertemente cuestionadas.

En consecuencia, vive momentos complejos. En el corto plazo, debe acercarse a su piso electoral, defender sus posiciones parlamentarias y terminar lo mejor posible la gestión Piñera. A su vez, en el largo plazo debe refundarse y adaptarse a la condiciones de los nuevos tiempos. Por ello, el proceso de crisis y descomposición que padece el oficialismo no es más que la adaptación de sus ideas, de sus vínculos internos y de sus relaciones con la sociedad, a las condiciones del nuevo ciclo.


La refundación del sector –luego de 30 años— es la orden día. El rol que jugó Piñera en la coyuntura de los 40 años del golpe, es posible camino hacia ese objetivo político. Quizás, otro intento de fundar una nueva derecha. Una derecha sin subsidio político, reconciliada con su pasado y alejada del fundamentalismo económico. 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Crisis y refundación de la derecha

Septiembre-2013
Bajo el liderazgo de Piñera y el pragmatismo del gremialismo la derecha después de 52 años vuelve a La Moneda por medio de una elección democrática. Aquí, empiezan los problemas. Desde ese momento se activa un proceso de descomposición y crisis política que se ha ido agudizando y que amenaza con terminar en pocos meses más en una contundente derrota electoral. En esta línea de análisis surge una pregunta: ¿qué explica esta dinámica y cómo en tan poco tiempo el oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?

El escenario para la derecha es complejo desde el punto de vista político e ideológico. Político, porque está debilitada por efecto de una profunda crisis de conducción e identidad; e ideológico, porque sus ideas ancladas en el fundamentalismo del “crecimiento ilimitado” y en la “democracia protegida” no están en sintonía con el estado de la opinión pública del país.

Durante los cuatro gobiernos de la concertación la derecha política no sólo logró legitimar sus planteamientos básicos y defender el modelo neoliberal a la chilena, sino también logró un exitoso posicionamiento electoral que generó las condiciones para llegar a La Moneda en marzo del 2010. La derecha, como oposición fue exitosa.

Pero, una vez cumplido el sueño de gobernar en democracia, las cosas empiezan a cambiar. Comienzan los problemas y entran a una fase de descomposición y crisis política. No previeron que Chile estaba cambiando.

Los problemas internos empiezan desde el primer momento cuando Piñera arma un gabinete técnico y sin experiencia política. Esta decisión –fuertemente criticada desde los partidos— se une a dos hechos que van jugar un rol fundamental en el devenir del gobierno: los conflictos de interés y la soberbia. La “luna de miel” se acaba rápidamente y antes de terminar el año los niveles de aprobación de Piñera comienzan a declinar.

Junto a esos problemas aparece uno que también será decisivo y que va contribuir a debilitar la gestión de la “nueva forma de gobernar”. Se trata, de la incapacidad que ha tenido el oficialismo para identificar y resolver conflictos. Esta es, sin duda, una de las mayores debilidades de la gestión Piñera.
 
Durante el 2010 fue la huelga Mapuche y desde enero del 2011 se da inicio a la movilización social-ciudadana que encuentra su punto más álgido a principios de agosto. Desde entones, el escenario político es muy distinto a lo que se conoció por veinte años. De este modo, “la calle” se convierte en un actor político relevante y decisivo. En rigor, son los ciudadanos organizados “desde abajolos que comienzan a poner los temas de la agenda política, mediática y legislativa.

En este cuadro el gobierno no ha sabido responder ni resolver. Durante muchos meses perdió el control de la agenda y cayó en una parálisis política. La entrada, obligada por las contingencia política, de Allamand, Matthei, Chadwick y Longueira al gabinete no sólo tuvo como objetivo fortalecer la gestión política del ejecutivo, sino también llevó la disputa presidencial del oficialismo al interior del gabinete; y con ello, involucró al Presidente Piñera en una lucha que debe mirar de lejos.

La competencia al interior del oficialismo por la sucesión presidencial esconde, desde el primer momento, las tensiones que se han ido produciendo en el sector --entre RN y la UDI— no sólo por quién influye más en el gobierno y en Piñera, sino también por la conducción política e ideológica del sector. De este modo, todas estas tensiones explotan y se manifiestan en la coyuntura presidencial.

Todos estos hechos y decisiones la conducen al actual escenario de crisis y debilidad política. A su vez, esta situación se expresa en el  plano electoral y en el plano ideológico. La derrota electoral del gobierno en las municipales de octubre del 2012 y en las primarias de mayo del 2013 son ejemplos contundentes de que la crisis política se traslado al plano electoral. En menos de tres años perdió su base electoral de apoyo que construyó lenta, paciente y laboriosamente durante dos décadas.

En el plano ideológico, la crisis política se expresa en que las ideas que fundan el modelo chileno de desarrollo económico y político están fuertemente cuestionadas. Las ideas que defiende la derecha ya no seducen a los chilenos. Las ideas que fundan el modelo ya no son intocables.

De hecho, la gente comienza a manifestar su descontento y malestar. La movilización social y ciudadana se manifiesta como una crítica a un modelo de desarrollo que no reconoce derechos, que fomenta una relación perversa con la naturaleza, que genera una relación muy desigual entre el capital y el trabajo y entre el capital y los consumidores y que en lo político institucionaliza un “empate político artificial”.

El problema político para la derecha hoy, es que su crisis y su proceso de descomposición se expresa a nivel electoral e ideológico como debilidad estructural en el contexto de un nuevo ciclo político y social. Si bien, este nuevo escenario se consolidó con Piñera, es en el gobierno de Bachelet que muestra sus primeros signos. Lo que ocurre, es que con la derecha en el gobierno el “nuevo ciclo político” se hace visible y se consolida.

Aquí, está la dificultad. La derecha ha debido gobernar en una coyuntura política pantanosa y oscura que se fue lentamente transparentando y visibilizando. A medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico. De hecho, sus problemas comienzan de manera muy temprana. En efecto, el oficialismo se debilitó desde la primera decisión política que tomó y que se relaciona con la formación de su primer gabinete. Desde ese instante, comenzó a incubar la crisis política en la que están inmersos hoy.

La derecha política, en consecuencia, vive momentos complejos. En el corto plazo, debe acercarse a su piso electoral en términos presidenciales, defender sus posiciones parlamentarias y terminar lo mejor posible la gestión Piñera. Y al mismo tiempo, debe resolver su crisis interna.

A su vez, en el largo plazo debe refundarse y adaptarse a la condiciones de los nuevos tiempos. Por ello, el proceso de crisis y descomposición que padece el oficialismo no es más que la adaptación de sus ideas, de sus vínculos internos y de sus relaciones con la sociedad, a las condiciones del nuevo ciclo.


La refundación del sector –luego de 30 años— es la orden día. Todo parto es doloroso. El rol que jugó Piñera durante septiembre, sobre todo, en la coyuntura de los 40 años del golpe, son una posibilidad. Quizás, otro intento de fundar una nueva derecha. Una derecha sin subsidio político, reconciliada con su pasado y alejada del fundamentalismo económico.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Las certezas de la CEP

01-Septiembre-2013
Los datos que publica la última CEP sobre los posicionamientos presidenciales nuevamente mueven el escenario político. De este modo, la encuesta y sus resultados se convierten en un hecho político; que, a su vez, produce consecuencia de poder. Los intentos por anular esos efectos son y serán infructuosos debido a que la CEP entrega certezas que son coincidentes con otras encuestas, con resultados electorales y con los rasgos de la coyuntura.

Lavín, antes de conocerse los resultados en la esfera pública le resta validez a sus potenciales resultados: “la CEP tiene validez cero” ha dicho. Al terminar la presentación de los datos de la encuesta, Coloma ratifica la postura política de que se trata de una encuesta que no tiene “merito predictivo” debido a que hizo cuando Matthei no era candidata. Olvida Coloma, que el 89% de la muestra fue tomada cuando sí era candidata.

En esa misma línea, del comando presidencial se escuchan relatos similares. De ese modo, Lily Pérez afirma que la validez de los datos se cuestiona debido a que el CEP “no ha sido eficiente en la toma de la muestra”. Al día siguiente, insiste en que se trata de datos que no tienen validez para el campo de la política y que con voto voluntario es impredecible el resultado final. Los más importante de la encuesta, según la vocera, es que “no refleja la potencia de la candidatura de Evelyn Matthei… que habrá segunda vuelta y que en ella estarán dos mujeres”.

La derecha, en consecuencia, ha neutralizado el valor político de estos datos; por lo menos en lo aparente y público. El golpe fue fuerte. La distancia es cada vez más irremontable y el tiempo se reduce. La derecha, en pocas horas destruyó políticamente los resultados de la encuesta más prestigiosa, más antigua y que en materia presidencial nunca ha errado. En consecuencia, los malos resultados del oficialismo y de su opción presidencial se deben a una mala encuesta.

Las preguntas de la discordia. Hace semanas se había dicho que se eliminaría la pregunta cerrada de intención de voto; ¿por quién votaría si el próximo domingo fuesen las elecciones presidenciales?

Se mantuvieron, en consecuencia, aquéllas preguntas de posicionamiento presidencial indirectas y abiertas que se aproximan a la intención de voto por medio de la “creencia” y de la “preferencia”. La primera, dice: “¿quién cree Ud. que será la o el próximo Presidente de Chile?”. La segunda: “¿quién le gustaría a Ud. que fuere la o el próximo Presidente de Chile?”.

Antes de analizar los resultados de estas preguntas, el CEP –hábilmente- hace una introducción con lo que pasa con estas preguntas en agosto del 2005 y del 2009. De este modo, busca debilitar los argumentos que pondrán en duda “la calidad de la información” producida en esta medición.

En términos generales, la conclusión que se puede sacar es que el candidato que obtuvo el mayor porcentaje de preferencias en cada una de las preguntas abiertas, ganó la presidencial y se convirtió en Presidente; Bachelet en el 2005 y Piñera en el 2009.

La primera pregunta: “¿quién cree Ud. que será el próximo Presidente de Chile?” 

Lo primero que se observa es que ha ido aumentado la percepción de que Bachelet será la próxima Presidenta del país al subir del 49% al 75% entre agosto del 2012 y agosto del 2013.

Cuando se mide con Longueira esa creencia sube al 79%; y cuando se mide con Matthei se mantiene en 75%. La distancia con la derecha es de 69 puntos porcentuales para el total de la muestra (75% contra el 6%); cuando se mide con Longueira, esa distancia sube a 74 (79% contra 5%) y con Matthei se mantiene en 69 (75% contra 6%). Se observa, por tanto, que con Matthei se reduce la distancia de modo  mínimo e insuficiente.

Sin embargo, esto se debe a la baja de Bachelet y no al alza de Matthei. De hecho, el apoyo de ambos candidato de la derecha se ubica en torno al 5%-6%. Lo que pierde Bachelet, no lo gana la derecha. Lo que pierde Bachelet, lo gana la categoría “no sabe, no contesta”.

En lo grueso, para todos los casos uno de cada cuatro chilenos mayores de 18 años “cree” que Bachelet ganará la presidencial. Aquí, una de las raíces del “pesimismo y derrotismo” que ha invadido al oficialismo.

La segunda pregunta: “¿quién le gustaría a Ud. que fuera la o el próximo Presidente de Chile?”.

Lo primero que se observa es que en un año Bachelet bajo sus preferencias en 5 puntos porcentuales al pasar del 50% al 45%. Durante todo el 2012, esta pregunta mantuvo a la ex mandataria en torno al 50%; en abril del 2012, marco un 51%, en agosto del 2012 –hace un año—marco un 50% y en Diciembre marco un 49%. Hay, en consecuencia, una baja significativa.

A su vez, la derecha en esta pregunta también tiene malos rendimientos. Y como en la anterior, Matthei también mejora la “perfomance” del sector.

Para el total de la muestra, Bachelet marca un 45% y la derecha un 14%. Esta última cifra, se divide en un 11% para Matthei y un 1% para Longueira, Allamand y Golborne. La suma de los otros candidatos llega al 21%. El 20% que contesta “no sabe y no contesta” puede perfectamente hacer que Bachelet suba y/o recupere el 50% que mantuvo durante todo el año anterior. La derecha, un año atrás –en agosto del 2012— sólo marcaba un 11% con Golborne y Allamand.

La medición Bachelet-Longueira muestra que la distancia entre ambos es de 38 puntos porcentuales (47% contra el 9%). Como es una pregunta abierta  hay más nombres de la derecha que surgen. De ese modo, el sector con las “preferencias” que capta Matthei (6%), Golborne (2%) y Allamand (2%) logra subir al 19% y reducir la distancia con Bachelet a 28 puntos porcentuales.

La medición Bachelet-Matthei muestra que la distancia entre ambas es de 32 puntos porcentuales (44% contra el 12%). Sin embargo, al sumar a las otras “preferencias” del sector el aumento total es sólo del 2% al subir al 14%; es decir, hay una baja de 5 puntos porcentuales y aumenta la brecha entre Bachelet y la derecha a 30 puntos porcentuales.

En consecuencia, ¿qué certezas entrega la CEP?

En primer lugar, que Bachelet va ganar la presidencial de noviembre y que la derecha va llegar segunda.

En segundo lugar, que hay  “altas probabilidades” de ganar en primera vuelta. Sin embargo, los datos que entrega la CEP no permiten confirmar ni rechazar esa posibilidad. Bachelet y su equipo quieren ganar en primera vuelta; la derecha, a su vez, lucha por que haya segunda vuelta. Hoy, es tan probable el “ballotage” como resolver la elección en primera vuelta.

En tercer lugar, los datos muestran de modo indirecto que Bachelet gana la segunda vuelta. La distancia entre el primero y el segundo en la primera vuelta, será irremontable. Nunca ha pasado que el que gana la primera vuelta, pierde en la segunda.

En cuarto lugar, que el rendimiento de los candidatos no duopolicos está lejos de acercarse a lo que fue la presidencial anterior en la que a la misma fecha –3 a 4 meses, antes de la presidencial—mostraban cifras muy superiores a lo que se observa hoy. Ningún no duopolico va llegar segundo.

En definitiva, los resultados de la CEP fueron “otro” duro golpe para las aspiraciones presidenciales de la derecha. Por ello, han tratado de restar valor predictivo a las encuestas en general y a esta en particular. Esto, les permite combatir el “derrotismo” y crear la imagen de una candidatura competitiva y de que la elección está abierta.

Lo complejo para el sector, es que los datos de esta última CEP –independientemente, de cualquier consideración o crítica metodológica--- son coincidentes con otras encuestas y con otras preguntas, con los resultados que obtiene el oficialismo en las municipales y en la primaria, con la baja aprobación del gobierno, con la crisis política de la derecha y con la presencia de una demanda social-ciudadana que ha cambiado el mapa político del país.

Ver para creer o creer para ver” es el dilema de la derecha hoy. Sólo un accidente político podrá cambiar lo que esta CEP nos muestra.