Julio 2013
Representación
y binominal están emparentados; pero, son parientes lejanos. En efecto, el
binominal no es la condición necesaria ni suficiente para explicar la “crisis de representación” de hoy. En
consecuencia, cambiar el sistema electoral no va terminar con esta “crisis” que
amenaza con transitar hacia un debilitamiento del sistema democrático; y de ese
modo, abrir las puertas al populismo, a los caudillos anti-partidos, al
autoritarismo y al militarismo.
Para
nadie es desconocido que la política y sus instituciones democráticas no gozan
de buena salud. Que los políticos son “corruptos,
“mentirosos” y “ladrones” son adjetivos que dan cuenta de lo dañada que esta la relación entre el ciudadano y sus representantes.
Hay
tres modos de entender la representación: desde los jurídico, lo político y lo
sociológico. En el plano jurídico-político, se manifiesta en que una persona –el
representante- “habla y actúa en lugar de
otro” –el representado- y que ese actuar y hablar se hace en beneficio de
este último y con su consentimiento. Desde el punto de vista sociológico, la representación
se funda en que hay semejanzas –cierta identificación- entre el representante y
el representado.
En
consecuencia, la representación es una relación social y de poder que se funda
en la confianza que deposita “una persona en otra” para que “represente” sus intereses. De este modo,
cuando hablamos de “crisis de
representación” nos estamos refiriendo al vínculo debilitado y dañado que existe entre el “representante” y el
“representado” y que se manifiesta como distancia, desconfianza y falta de
credibilidad.
Surge
algunas preguntas: ¿qué explica la desconfianza con la política?; ¿es el
sistema electoral la causa de esta crisis?; ¿en qué medida, el binominal
contribuye a la “crisis de representación”?; ¿podrá revertirse esta crisis con
el cambio del sistema electoral?
La
hipótesis es que las causas y los
remedios de la “crisis de representación” no hay que buscarlas en los sistemas
electorales; o por lo menos, no de modo exclusivo.
La
crisis de representación, por tanto, se explica por tres grupos de variables: las
de contexto, las relacionadas con los “representados” –los ciudadanos- y las
vinculadas con los “representantes” –los gobernantes-.
I. Las variables de contexto se refieren a que
a) en el Chile de hoy el poder no
está en los políticos, en los partidos ni en el parlamento, b) que la ideología neoliberal genera
un ciudadano despolitizado y c) que la
democracia representativa es cada vez más impracticable e ineficaz para la
demanda ciudadana.
II. Las
variables vinculadas al representado se
refiere a que a) el poder
democrático se ha limitado sólo a elegir
representantes. Terminado el acto electoral se acaba la participación. Hoy,
elegimos un presidente y un diputado cada cuatro años, un senador cada ocho
años y alcaldes y concejales cada cuatro
años. Una democracia mínima. b) los
electores masivamente están orientados
al espacio privado y alejado del espacio público. Este hecho no sólo
responde a una cuestión ideológica, sino también a la comodidad, a la flojera
intelectual y la escasa capacidad de análisis y crítica.
III. Las
variables relacionadas con el representante
se refiere a que a) una vez elegido
no tiene ninguna obligación de responder la demanda del que lo eligió. De este
modo, el representado queda huérfano y
aislado. El “mandato” no es revocatorio ni hay responsabilidad ni
obligación; b) los representantes a
lo largo de la historia y en todas las democracias han sido sorprendidos en actos de corrupción; lo que, ha ido erosionando
la imagen de la democracia; c) la
cantidad de problemas que hay que
resolver son complejos y abundantes.
Esto, genera la imagen de un parlamento lento e ineficiente y d) las disputas políticas que ocurren al interior del parlamento no
siempre son entendidas por los ciudadanos.
Entonces,
¿hay relación entre “crisis de
representación” y binominal? Si
ponemos atención en los elementos anteriormente identificados, se observa que no hay una relación muy visible entre
ambas dimensiones. De hecho, el
binominal no tiene la capacidad para resolver ninguna de las variables
mencionadas.
Para
comprender el asunto hay que entender, en primer lugar, que “representación” no es lo mismo que
“representatividad”. El binominal, por tanto, actúa sobre la segunda al distorsionar la representatividad del
sistema político debido a que con el 33% de los votos se controla el 50% del
parlamento. Esto, sin duda, produce desilusión debido al “veto” que genera la
minoría sobre la mayoría. En consecuencia, en esta dimensión encontramos el
efecto principal que el binominal tiene sobre la representación y su crisis.
Pero,
lo sustancial es que sus efectos son limitados; ya que, no resuelve los
problemas de la democracia representativa que ya mencione y que cruzan todas
las democracias del mundo.
Son,
por tanto, otras las reformas que hay que estimular: limites a la reelección,
poder para el Congreso, financiamiento de la política, mandados revocatorios,
iniciativa popular de ley e incorporar elementos de la democracia directa.
La
“crisis de representación” es la crisis global de la democracia representativa.
No le pidamos a la teoría y a la práctica de la representación lo que no puede
dar y para lo cual no fue diseñada. Hay que avanzar hacia formas superiores del
ideal democrático.
En
consecuencia, en el contexto del cambio del binominal hay que volver a
preguntarse: ¿podrá, el sistema
electoral –que reemplace al actual- reconstituir el vínculo debilitado y dañado
que existe hoy entre el “representante” y el “representado”?; ¿podrá revertirse
el desprestigio de la política y sus instituciones?