jueves, 25 de julio de 2013

Crisis de representación y binominal

Julio 2013
Representación y binominal están emparentados; pero, son parientes lejanos. En efecto, el binominal no es la condición necesaria ni suficiente para explicar la “crisis de representación” de hoy. En consecuencia, cambiar el sistema electoral no va terminar con esta “crisis” que amenaza con transitar hacia un debilitamiento del sistema democrático; y de ese modo, abrir las puertas al populismo, a los caudillos anti-partidos, al autoritarismo y al militarismo.

Para nadie es desconocido que la política y sus instituciones democráticas no gozan de buena salud. Que los políticos son “corruptos, “mentirosos” y “ladrones” son adjetivos que dan cuenta de lo dañada que esta la relación entre el ciudadano y sus representantes.

Hay tres modos de entender la representación: desde los jurídico, lo político y lo sociológico. En el plano jurídico-político, se manifiesta en que una persona –el representante- “habla y actúa en lugar de otro” –el representado- y que ese actuar y hablar se hace en beneficio de este último y con su consentimiento. Desde el punto de vista sociológico, la representación se funda en que hay semejanzas –cierta identificación- entre el representante y el representado.

En consecuencia, la representación es una relación social y de poder que se funda en la confianza que deposita “una persona en otra” para que “represente” sus intereses. De este modo, cuando hablamos de “crisis de representación” nos estamos refiriendo al vínculo debilitado y dañado que existe entre el “representante” y el “representado” y que se manifiesta como distancia, desconfianza y falta de credibilidad.

Surge algunas preguntas: ¿qué explica la desconfianza con la política?; ¿es el sistema electoral la causa de esta crisis?; ¿en qué medida, el binominal contribuye a la “crisis de representación”?; ¿podrá revertirse esta crisis con el cambio del sistema electoral?

La hipótesis es que las causas y los remedios de la “crisis de representación” no hay que buscarlas en los sistemas electorales; o por lo menos, no de modo exclusivo.

La crisis de representación, por tanto, se explica por tres grupos de variables: las de contexto, las relacionadas con los “representados” –los ciudadanos- y las vinculadas con los “representantes” –los gobernantes-.

I. Las variables de contexto se refieren a que a) en el Chile de hoy el poder no está en los políticos, en los partidos ni en el parlamento, b) que la ideología neoliberal genera un ciudadano despolitizado y c) que la democracia representativa es cada vez más impracticable e ineficaz para la demanda ciudadana.

II. Las variables vinculadas al representado se refiere a que a) el poder democrático se ha limitado sólo a elegir representantes. Terminado el acto electoral se acaba la participación. Hoy, elegimos un presidente y un diputado cada cuatro años, un senador cada ocho años y  alcaldes y concejales cada cuatro años. Una democracia mínima. b) los electores masivamente están orientados al espacio privado y alejado del espacio público. Este hecho no sólo responde a una cuestión ideológica, sino también a la comodidad, a la flojera intelectual y la escasa capacidad de análisis y crítica.

III. Las variables relacionadas con el representante se refiere a que a) una vez elegido no tiene ninguna obligación de responder la demanda del que lo eligió. De este modo, el representado queda huérfano y aislado. El “mandato” no es revocatorio ni hay responsabilidad ni obligación; b) los representantes a lo largo de la historia y en todas las democracias han sido sorprendidos en actos de corrupción; lo que, ha ido erosionando la imagen de la democracia; c) la cantidad de problemas que hay que resolver son complejos y abundantes. Esto, genera la imagen de un parlamento lento e ineficiente y d) las disputas políticas que ocurren al interior del parlamento no siempre son entendidas por los ciudadanos.

Entonces, ¿hay relación entre “crisis de representación” y binominal?  Si ponemos atención en los elementos anteriormente identificados, se observa que no hay una relación muy visible entre ambas dimensiones. De hecho, el binominal no tiene la capacidad para resolver ninguna de las variables mencionadas.

Para comprender el asunto hay que entender, en primer lugar,  que “representación” no es lo mismo que “representatividad”. El binominal, por tanto, actúa sobre la segunda al distorsionar la representatividad del sistema político debido a que con el 33% de los votos se controla el 50% del parlamento. Esto, sin duda, produce desilusión debido al “veto” que genera la minoría sobre la mayoría. En consecuencia, en esta dimensión encontramos el efecto principal que el binominal tiene sobre la representación y su crisis.

Pero, lo sustancial es que sus efectos son limitados; ya que, no resuelve los problemas de la democracia representativa que ya mencione y que cruzan todas las democracias del mundo.

Son, por tanto, otras las reformas que hay que estimular: limites a la reelección, poder para el Congreso, financiamiento de la política, mandados revocatorios, iniciativa popular de ley e incorporar elementos de la democracia directa.

La “crisis de representación” es la crisis global de la democracia representativa. No le pidamos a la teoría y a la práctica de la representación lo que no puede dar y para lo cual no fue diseñada. Hay que avanzar hacia formas superiores del ideal democrático.


En consecuencia, en el contexto del cambio del binominal hay que volver a preguntarse: ¿podrá, el sistema electoral –que reemplace al actual- reconstituir el vínculo debilitado y dañado que existe hoy entre el “representante” y el “representado”?; ¿podrá revertirse el desprestigio de la política y sus instituciones?