jueves, 14 de febrero de 2013

¿Cómo ganarle a Bachelet?


Febrero-2013
¿Cómo ganarle a Bachelet?  es una pregunta que se viene haciendo el oficialismo desde su primer año de gestión. Es más, desde la oposición también es una interrogante que preocupa a los presidenciables. En efecto, mientras Gómez, Orrego, Velasco y MEO están convencidos de que disputan el segundo lugar y que se posicionan para el 2018; en el oficialismo se buscan todas la fórmulas para responder con éxito esa pregunta y darle continuidad al primer gobierno de la centro derecha en democracia luego de más de cincuenta años.

El asunto es relevante por el hecho de que la acción y el discurso político --que se pone en movimiento para buscar el mejor posicionamiento presidencial-- tiene como fundamento la respuesta a la pregunta de ¿cómo ganarle a Bachelet?  Por ello, las distintas estrategias políticas y tácticas de poder que se están desplegando en esta fase de la presidencial, responden de manera diversa y distinta esa interrogante. De algún modo, hoy ganar la presidencial equivale ganarle a Bachelet.  Para la derecha, es la llave para darle continuidad a su proyecto.

¿Cómo responde el oficialismo esta pregunta?

El escenario competitivo “de hoy” muestra que Bachelet --de no ocurrir un “accidente político”--será el próximo Presidente de Chile. Es decir, va ganar la presidencial en nueve meses más.  Esta afirmación no sólo se fundamenta en encuestas que muestran una tendencia bastante larga y sólida, sino también en bajos niveles de aprobación y en un resultado electoral en las municipales de Octubre que fue a todas luces malo.

La campaña del oficialismo se desenvuelve en este contexto competitivo: “está perdiendo”. Al analizar todas las encuestas presidenciales desde la elección de Aylwin, se observa que los posicionamientos pueden cambiar a lo largo de la competencia. El caso más característico es cuando Piñera desplaza a Lavín y Bachelet  a Alvear en la presidencial del 2005. No obstante, hay que recordar que en esa ocasión a menos de un año de la elección ya estaba claro que Piñera y Bachelet pasarían a segunda vuelta. Sólo un terremoto político podría hacer variar esta correlación de fuerzas.

Siempre que se parte perdiendo, se termina perdiendo; ocurrió, con todos los presidentes de la Concertación. De hecho, Piñera –cuando ganó la presidencial- partió desde el primero momento como el mejor posicionado.

En el escenario de la “crónica de una derrota anunciada” el oficialismo debe resolver su candidato presidencial. En ese contexto, también uno va ganando: Golborne. En efecto, el aspirante de la UDI sólo debe preocuparse de “vencer a Bachelet”. Al contrario, Allamand no sólo debe doblegar a su rival de la primaria, sino también a Bachelet y a otros aspirantes de la oposición. No hay que olvidar que los datos muestran que Allamand tampoco le gana a otras alternativas opositoras.

Por tanto, el rival  a vencer para el oficialismo se llama Bachelet.  Aquí, en consecuencia, encontramos el primer eje de la estrategia presidencial que busca responder la pregunta de ¿cómo ganarle a Bachelet?

En efecto, debilitar su posicionamiento ganador es la primera táctica. En el oficialismo hay cierre de filas absoluto en torno a este objetivo: hay que debilitarla; es decir, romper los apoyos presidenciales que hoy manifiesta. El diagnóstico que el sector hace, es que en los hechos y en las cifras su gobierno fue malo. Por tanto, no puede volver a gobernar. No sabe gobernar. Transantiago, crisis pingüina, estancamiento económico, 27F y fragmentación de la Concertación son hechos que dan cuenta de una gestión que fue negativa.

Asociado a este “mal gobierno” surge la Concertación como sustento social y político de esa gestión. Para el oficialismo ha surgido un triángulo que es malo para Chile: Bachelet, la Concertación y el PC. No pueden gobernar los mismos que en el pasado lo hicieron mal: “¿Qué le pueden ofrecer a Chile? se pregunta el oficialismo y “¿qué tienen común un DC con un comunista?” se pregunta Melero.

Información negativa del adversario es lo que va circular de manera recurrente en el debate presidencial. Hasta el momento ha sido una estrategia que no ha rendido. El posicionamiento de Bachelet sólo se ha ido consolidando. Cada vez, queda menos tiempo.

Frente al “mal gobierno” surge, obviamente, “el buen gobierno”. Para la derecha, en su conjunto, su gobierno es y será exitoso. Las cifras económicas –crecimiento, empleo y remuneraciones, etc.-- son la estrella de la gestión. “El gobierno lo ha hecho bien… y no podemos volver a los gobiernos del pasado” afirma Allamand.

Junto a las tácticas que buscan debilitar el posicionamiento de la ex mandataria, surge la táctica que tiene como objetivo posicionar el modelo como la forma exitosa de alcanzar el desarrollo. Aquí, el segundo eje de la estrategia presidencial del oficialismo: apología y defensa del modelo.

La “defensa del modelo” surge porque desde la movilización social-ciudadana del 2011 se han ido generando condiciones socio-políticas para impulsar una agenda de reformas profundas que ponga en jaque el modelo neoliberal que se instauró en Chile desde mediados de los setenta. La defensa se logra por medio de interpelar en la dirección de que el modelo ha sido exitoso en todos los países que lo han aplicado.

De este modo, surge la “apología del modelo”. El Chile de hoy y sus éxitos es consecuencia de la aplicación del modelo. Es más, es la fórmula que han usado los países exitosos para lograr el desarrollo. En consecuencia, la pobreza y el atraso económico son el resultado de la no aplicación de la “receta neoliberal”. La “guinda de la torta” la ponen cuando afirman que el hecho más evidente de las bondades del modelo es el fracaso del socialismo y del Estado de Bienestar. 

Vinculado con el modelo, surge el tercer eje discursivo de la presidencial: el proyecto. La expresión del modelo en el contexto de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales del país se expresa en el largo plazo en un proyecto y en el corto en un programa.

En esta línea argumentativa se presentan como un sector y una alianza política que tiene ideas comunes en torno al proyecto de sociedad que es bueno para Chile. Para la derecha, la aplicación de las ideas matrices del modelo neoliberal son el camino correcto para alcanzar el reino de los cielos en la tierra: el desarrollo.

La unidad ideológica es fundamental para seguir impulsado el modelo y su expresión en un proyecto y en un programa. La derecha tiene la “misión” de neutralizar el avance de la nacionalización de los recursos naturales, de la modificación del Código Laboral, de la Asamblea Constituyente, de las reformas políticas y de toda transformación “sustancial” del modelo.

Cómo cuarto eje, surge el programa presidencial que busca darle continuidad a la obra. En términos programáticos, el sector como pacto político no tiene mucho que ofrecer hoy. Lo que vemos, sin embargo, son proto-programas que surgen de la primaria en la que cada sector busca diferenciarse y ganar posiciones. Entre Allamand y Golborne, sólo hay matices. El escenario programático se abre de manera más intensa y definitiva desde Junio.

No obstante, es un programa que se construye no sólo sobre los ajustes que hay que hacerle al modelo y a la “obra Piñera”, sino también sobre los éxitos de este primer gobierno de centro derecha. Un programa que debe articular cambio y continuidad. Veremos, en los próximos meses como hacen el despliegue para decirle a la Opinión Pública que sus ideas de futuro y su programa son mejores que la de sus adversarios. Responde a las demandas del Chile de hoy será clave para ganar la batalla del programa.

Dirán, por tanto, que el programa y las ideas de futuro de la “Concertación y el PC” no sólo son malas, sino también han fracasado en todo el mundo; y que, por tanto, el “programa por la igualdad” no es bueno para Chile.

Hemos visto, por tanto, que el oficialismo –independientemente, de que este inserta en una primaria de “guante blanco”-- ha diseñado una estrategia para “intentar” ganarle a Bachelet centrada en cuatro ejes: a) debilitar el posicionamiento presidencial de Bachelet por medio de la tesis “del mal gobierno” y de que su base de apoyo político –la Concertación y el PC-  no tiene  para ofrecer al país un proyecto coherente y exitoso, b) fortalecer la idea de que el modelo ha sido exitoso y que es la mejor alternativa para lograr el desarrollo y reducir la pobreza, c) instalar la idea de que en el sector hay unidad ideológica en torno a la implementación del modelo –lo que, no ocurre con Bachelet y sus apoyos-- y d) que el programa de gobierno se sustenta en los cambios que hay que hacerle al modelo sobre el supuesto de que sus ideas de futuro son mejores que la de Bachelet y sus escuderos.

El discurso presidencial del oficialismo que he identificado, está en pleno despliegue y ejecución. Su resultado político ha sido neutro; es decir, no ha debilitado el posicionamiento de Bachelet. Pasan los días y sólo se ha consolidado.  En definitiva, la manera que encontraron para ganarle a Bachelet ha sido ineficiente.

Y ello, se explica por tres razones; porque no tiene interpreté legítimo ni claro, porque apela a la razón y porque el gobierno de Piñera es percibido por los electores y los ciudadanos de manera negativa. La tarea esta difícil; muy difícil. Todo será más fácil cuando definan su abanderado oficial. Pero, ¿no será demasiado tarde para seguir descontando?  Por ahora, se viene Marzo.