Febrero-2013
¿Cómo ganarle a Bachelet? es una pregunta que se viene haciendo el
oficialismo desde su primer año de gestión. Es más, desde la oposición también
es una interrogante que preocupa a los presidenciables. En efecto, mientras Gómez,
Orrego, Velasco y MEO están convencidos de que disputan el segundo lugar y que se
posicionan para el 2018; en el oficialismo se buscan todas la fórmulas para
responder con éxito esa pregunta y darle continuidad al primer gobierno de la
centro derecha en democracia luego de más de cincuenta años.
El
asunto es relevante por el hecho de que la acción y el discurso político --que
se pone en movimiento para buscar el mejor posicionamiento presidencial-- tiene
como fundamento la respuesta a la pregunta de ¿cómo ganarle a Bachelet? Por ello, las distintas estrategias políticas
y tácticas de poder que se están desplegando en esta fase de la presidencial,
responden de manera diversa y distinta esa interrogante. De algún modo, hoy ganar la presidencial equivale ganarle a Bachelet. Para la derecha, es la llave para darle
continuidad a su proyecto.
¿Cómo responde el oficialismo esta
pregunta?
El
escenario competitivo “de hoy” muestra que Bachelet --de no ocurrir un
“accidente político”--será el próximo Presidente de Chile. Es decir, va ganar
la presidencial en nueve meses más. Esta
afirmación no sólo se fundamenta en encuestas que muestran una tendencia
bastante larga y sólida, sino también en bajos niveles de aprobación y en un
resultado electoral en las municipales de Octubre que fue a todas luces malo.
La
campaña del oficialismo se desenvuelve en este contexto competitivo: “está perdiendo”. Al analizar todas las
encuestas presidenciales desde la elección de Aylwin, se observa que los
posicionamientos pueden cambiar a lo largo de la competencia. El caso más
característico es cuando Piñera desplaza a Lavín y Bachelet a Alvear en la presidencial del 2005. No
obstante, hay que recordar que en esa ocasión a menos de un año de la elección
ya estaba claro que Piñera y Bachelet pasarían a segunda vuelta. Sólo un
terremoto político podría hacer variar esta correlación de fuerzas.
Siempre
que se parte perdiendo, se termina perdiendo; ocurrió, con todos los
presidentes de la Concertación. De hecho, Piñera –cuando ganó la presidencial-
partió desde el primero momento como el mejor posicionado.
En
el escenario de la “crónica de una
derrota anunciada” el oficialismo debe resolver su candidato presidencial.
En ese contexto, también uno va ganando: Golborne. En efecto, el aspirante de
la UDI sólo debe preocuparse de “vencer a Bachelet”. Al contrario, Allamand no
sólo debe doblegar a su rival de la primaria, sino también a Bachelet y a otros
aspirantes de la oposición. No hay que olvidar que los datos muestran que
Allamand tampoco le gana a otras alternativas opositoras.
Por
tanto, el rival a vencer para el
oficialismo se llama Bachelet. Aquí, en
consecuencia, encontramos el primer eje de
la estrategia presidencial que busca responder la pregunta de ¿cómo ganarle a
Bachelet?
En
efecto, debilitar su posicionamiento
ganador es la primera táctica. En el oficialismo hay cierre de filas absoluto
en torno a este objetivo: hay que debilitarla; es decir, romper los apoyos
presidenciales que hoy manifiesta. El diagnóstico que el sector hace, es que en
los hechos y en las cifras su gobierno fue malo. Por tanto, no puede volver a
gobernar. No sabe gobernar. Transantiago, crisis pingüina, estancamiento
económico, 27F y fragmentación de la Concertación son hechos que dan cuenta de
una gestión que fue negativa.
Asociado
a este “mal gobierno” surge la Concertación como sustento social y político de
esa gestión. Para el oficialismo ha surgido un triángulo que es malo para Chile:
Bachelet, la Concertación y el PC. No pueden gobernar los mismos que en el
pasado lo hicieron mal: “¿Qué le pueden
ofrecer a Chile? se pregunta el oficialismo y “¿qué tienen común un DC con un comunista?” se pregunta Melero.
Información
negativa del adversario es lo que va circular de manera recurrente en el debate
presidencial. Hasta el momento ha sido una estrategia que no ha rendido. El
posicionamiento de Bachelet sólo se ha ido consolidando. Cada vez, queda menos
tiempo.
Frente al “mal gobierno” surge,
obviamente, “el buen gobierno”. Para la derecha,
en su conjunto, su gobierno es y será exitoso. Las cifras económicas
–crecimiento, empleo y remuneraciones, etc.-- son la estrella de la gestión. “El gobierno lo ha hecho bien… y no podemos
volver a los gobiernos del pasado” afirma Allamand.
Junto
a las tácticas que buscan debilitar el posicionamiento de la ex mandataria,
surge la táctica que tiene como objetivo posicionar el modelo como la forma
exitosa de alcanzar el desarrollo. Aquí, el segundo eje de la estrategia presidencial del oficialismo: apología y defensa del modelo.
La
“defensa del modelo” surge porque
desde la movilización social-ciudadana del 2011 se han ido generando
condiciones socio-políticas para impulsar una agenda de reformas profundas que
ponga en jaque el modelo neoliberal que se instauró en Chile desde mediados de
los setenta. La defensa se logra por medio de interpelar en la dirección de que
el modelo ha sido exitoso en todos
los países que lo han aplicado.
De
este modo, surge la “apología del
modelo”. El Chile de hoy y sus éxitos es consecuencia de la aplicación del
modelo. Es más, es la fórmula que han usado los países exitosos para lograr el
desarrollo. En consecuencia, la pobreza y el atraso económico son el resultado
de la no aplicación de la “receta neoliberal”. La “guinda de la torta” la ponen
cuando afirman que el hecho más evidente de las bondades del modelo es el
fracaso del socialismo y del Estado de Bienestar.
Vinculado
con el modelo, surge el tercer eje
discursivo de la presidencial: el
proyecto. La expresión del modelo en el contexto de las condiciones
políticas, sociales, económicas y culturales del país se expresa en el largo
plazo en un proyecto y en el corto
en un programa.
En
esta línea argumentativa se presentan como un sector y una alianza política que
tiene ideas comunes en torno al proyecto de sociedad que es bueno para Chile.
Para la derecha, la aplicación de las ideas matrices del modelo neoliberal son
el camino correcto para alcanzar el reino de los cielos en la tierra: el
desarrollo.
La
unidad ideológica es fundamental para seguir impulsado el modelo y su expresión
en un proyecto y en un programa. La derecha tiene la “misión” de neutralizar el
avance de la nacionalización de los recursos naturales, de la modificación del
Código Laboral, de la Asamblea Constituyente, de las reformas políticas y de
toda transformación “sustancial” del modelo.
Cómo
cuarto eje, surge el programa presidencial que busca darle
continuidad a la obra. En términos programáticos, el sector como pacto político
no tiene mucho que ofrecer hoy. Lo que vemos, sin embargo, son proto-programas
que surgen de la primaria en la que cada sector busca diferenciarse y ganar
posiciones. Entre Allamand y Golborne, sólo hay matices. El escenario
programático se abre de manera más intensa y definitiva desde Junio.
No
obstante, es un programa que se construye no sólo sobre los ajustes que hay que
hacerle al modelo y a la “obra Piñera”, sino también sobre los éxitos de este
primer gobierno de centro derecha. Un programa que debe articular cambio y
continuidad. Veremos, en los próximos meses como hacen el despliegue para
decirle a la Opinión Pública que sus ideas de futuro y su programa son mejores
que la de sus adversarios. Responde a las demandas del Chile de hoy será clave
para ganar la batalla del programa.
Dirán,
por tanto, que el programa y las ideas de futuro de la “Concertación y el PC”
no sólo son malas, sino también han fracasado en todo el mundo; y que, por
tanto, el “programa por la igualdad” no es bueno para Chile.
Hemos
visto, por tanto, que el oficialismo –independientemente, de que este inserta
en una primaria de “guante blanco”-- ha
diseñado una estrategia para “intentar” ganarle a Bachelet centrada en cuatro
ejes: a) debilitar el
posicionamiento presidencial de Bachelet por medio de la tesis “del mal gobierno” y de que su base de
apoyo político –la Concertación y el PC-
no tiene para ofrecer al país un
proyecto coherente y exitoso, b) fortalecer
la idea de que el modelo ha sido exitoso y que es la mejor alternativa para
lograr el desarrollo y reducir la pobreza, c)
instalar la idea de que en el sector hay unidad ideológica en torno a la
implementación del modelo –lo que, no ocurre con Bachelet y sus apoyos-- y d) que el programa de gobierno se
sustenta en los cambios que hay que hacerle al modelo sobre el supuesto de que
sus ideas de futuro son mejores que la de Bachelet y sus escuderos.
El
discurso presidencial del oficialismo que he identificado, está en pleno
despliegue y ejecución. Su resultado
político ha sido neutro; es decir, no ha debilitado el posicionamiento de
Bachelet. Pasan los días y sólo se ha consolidado. En definitiva, la manera que encontraron para
ganarle a Bachelet ha sido ineficiente.
Y
ello, se explica por tres razones; porque no tiene interpreté legítimo ni
claro, porque apela a la razón y porque el gobierno de Piñera es percibido por
los electores y los ciudadanos de manera negativa. La tarea esta difícil; muy
difícil. Todo será más fácil cuando definan su abanderado oficial. Pero, ¿no
será demasiado tarde para seguir descontando?
Por ahora, se viene Marzo.