Diciembre-2012
Los
recursos del mar han sido depredados por los actores del negocio.
La baja en la cantidad de Jurel,
Merluza, Congrio, Anchoveta y/o Sardina común a disposición del mercado
–“biomasa disponible”- son la señal más tangibles de que la “captura de los
recursos hidrobiológicos” ha sido regida por una práctica que no se ajusta a
los patrones de sustentabilidad que en su momento busco la “ley corta” del
2002. Como es obvio, esta nueva ley también tiene entre sus objetivos la tan
ansiada sustentabilidad.
A mi entender, tres
son los factores que explican la depredación de los recursos del mar. En primer
lugar, una política pública que entrega al mercado el uso y abuso de los
recursos naturales; en segundo lugar, la baja capacidad fiscalizadora del
Estado; y en tercer término, la baja conciencia “ambiental” de los propios
actores del mar –industriales y artesanales- que reconocen en privado que
muchas veces han sacado más de lo que les corresponde. En definitiva, modelo de
desarrollo –en el que el Estado tiene un rol subsidiario- y acciones
depredadoras de los actores del mercado pesquero conspiran contra la
sustentabilidad del recurso.
La nueva ley de
pesca llega a puertos en esos días. La discusión ha sido larga e intensa. Dos
han sido los objetivos generales de la normativa; sustentabilidad de los
recursos pesqueros y definición y distribución de las cuotas: En
definitiva, cuánto se puede capturar, quiénes pueden capturar, dónde se puede
capturar y por cuánto tiempo se podrá capturar. El Estado define las
reglas del juego y se retira del negocio; sólo se remite a fiscalizar, promover
el negocio –desde la subsidiaridad- y recibir su “parte de la torta” que
–digámoslo- es muy menor en relación el total de lo que genera el mercado
pesquero.
La depredación de los recursos hidrobiológicos
comienza con el modelo neoliberal que genera una relación perversa con la
naturaleza, el medio ambiente y la biodiversidad. En efecto, el modelo
de desarrollo se basa en la
alienación del hombre respecto de la naturaleza y en la dominación sobre ésta. El
elemento que hace posible este tipo de relación es la ideología del crecimiento
ilimitado como condición para el desarrollo y el bienestar. En este
contexto, sólo vale crecer y expandir el valor económico de las economías
nacionales. Cuando no hay crecimiento se habla de crisis. Por tanto, hay que
crecer y crecer. La producción, por tanto, no se puede detener. No puede haber
olor a crisis. Los recursos naturales son elementos básicos para la producción
capitalista. Por tanto, la presión que se hace sobre ellos tampoco se puede
reducir ni eliminar. La consecuencia directa es una forma de explotación
no sustentable de la naturaleza y sus recursos.
En ese contexto los
recursos
del mar son uno de los sectores en los que se observa la explotación no
sustentable del recurso; sobre todo, desde mediados de los setenta con
la liberalización económica y la modernización de la actividad pesquera. De
este modo, se extrae más cantidad de lo que la capacidad biológica de cada recurso
tiene para ofrecer durante un determinado período. Una de las señales
que muestran este fenómeno son las caídas anuales que se observan en la
cantidad de los recursos capturados. Ellas pueden ser de corto plazo,
de un año a otro; o de tendencia cuando la baja es sostenida a lo largo de
varios años.
Para
entender este problema hay que analizar las estadísticas de captura en términos
de tendencias. De ese modo, veremos cómo cada cierto tiempo las capturas
disminuyen –bajan- con respecto a una fecha determinada. Por ejemplo, ocurrió
cuando las capturas globales bajaron de 6.3 a 3.8 millones de toneladas entre
el ’97 y el ‘98; o cuando bajaron de los 6 a los 3.7 millones de toneladas
entre el 2004 y 2010; o cuando observamos la baja de 8 millones de toneladas en
el ’94 a los 4.4 del año pasado. Se espera para el 2012 una captura global
inferior a los tres millones de toneladas. Sin duda, el ritmo de la captura ha
aumentado de manera intensa y acelerada. Al mismo tiempo, el agotamientos de
los recursos a manifestarse con similar intensidad.
Al
analizar las cifras en el mediano y largo plazo vemos como los recursos del mar han
sido sometidos a una fuerte sobre explotación. En los cuarenta se
capturaba en torno a las 60 mil toneladas anuales; a mediados de los noventa se
llegó al peack de 8 millones de toneladas; en el 2009 se llegaba a 4.5 millones
de toneladas y en el 2010 a 3.7 millones de toneladas. En 70 años –entre 1941 y
el 2009- la expansión de las capturas no sólo ha sido gigantesca, sino también se
ha ejercido una gran violencia sobre el
recurso pesquero. Sin embargo, la brutalidad ha surgido de mediados de los
setenta e intensificado desde los noventa. Las cifras muestran como ha operado
la depredación
del recurso.
El
fuerte aumento de las capturas pesqueras comienza en los sesenta e intensifica desde
mediados de los setenta con la implementación de la revolución neoliberal. Desde
es fecha hasta los noventa las capturas aumentan de manera significativa en el
contexto de la modernización, industrialización y liberalización del mar.
Luego, desde el noventa y durante los gobiernos de la concertación democrática
hay una tendencia a la profundización de lo venía ocurriendo en el mediano
plazo desde mediados de los setenta y en el largo plazo desde principios de los
sesenta. La depredación de los recursos del mar es un proceso largo que
encuentra raíces en los sesenta. Por ello, se plantea la hipótesis de que la ley de pesca
y acuicultura de 1989 no genera las condiciones institucionales para la sobre
explotación del mar; al contrario, ella institucionaliza un proceso que venía
manifestándose desde hace varias décadas.
En
el largo plazo observamos que en las décadas del ’40, del 50’ y del 60’ se
capturaron recursos por 407 mil toneladas, 1.6 millones y nueve millones de
toneladas respectivamente. En efecto, durante esos 30 años –entre 1940 y 1969- la
captura de los recursos del mar llegó a 11 millones de toneladas. Hoy, esa
cifra se hace en tres años. Es más, en 20 años –entre 1940 y 1959- las
capturas sólo llegan a dos millones de toneladas.
En
esas tres décadas se observa una tendencia a la expansión de las capturas
totales. No obstante, nunca hubo crisis de “stock del recurso”. En esa época el
recurso nunca fue escaso. Las bajas eran casi inexistentes y de bajo
impacto. El alza muestra que desde 1940 la expansión de las capturas es
sostenida sin las habituales bajas de hoy. En efecto, 1945 las capturas
llegaban a las 60 mil toneladas; en 1950 a las 87 mil, en el ’55 a las 214 mil
toneladas y en el sesenta a las 339 toneladas. La expansión sigue en los años
siguientes. Así, en 1964 se llega a una cifra record de 1.1 millones de
toneladas.
Entre
1941 y 1964 las captura pesquera
llegó a 5.4 millones de toneladas; es decir, desde el noventa la captura de 24
años se hace en un año. Si eso, no es sobre explotación, ¿qué es?
Desde
mediados de los sesenta se consolida y profundiza el alza en las capturas.
Entre esa fecha y 1973 se llega a una pesca de 10 millones de toneladas; el doble,
de lo que se captura entre 1941 y 1964 –en
23 años-. Entre 1941 y 1973
las capturas llegaron a 15 millones de toneladas. Esa cifra, en la actualidad
se obtenía en tres años de pesca hasta el 2008. Si eso, no es sobre explotación, ¿qué es?
Desde
mediados de los setenta el asunto nuevamente muestra un alza sostenida y
profunda. De hecho, entre 1974 y 1979 (en seis años) se logró una captura de
9.2 millones de toneladas. Entre 1979 y 1989 se llega a una pesca en torno a 40
millones de toneladas. Durante la fase del pinochetismo se capturaron 50 millones de
toneladas de recursos del mar.
En
el largo plazo se observa que entre 1941 y 1989 se capturaron en torno a 65 millones de toneladas en recursos
pesqueros.
Durante
los gobierno de la concertación entre 1990 y 2009 las capturas global llegó a una
pesca de 114.000.000 de toneladas. 63 millones de ese total, es decir,
el 56% se capturó en la fase Aylwin-Frei. El año peack fue en 1994 con 8
millones de toneladas; en los siguientes años 1995 y 1996 se llegó a una
captura promedio de 7.5 millones de toneladas. Los años dorados de la pesquería
nacional. Desde entonces, comienza una sostenida baja en las capturas –como
tendencia- para llegar a los 3.7 millones del 2010 –similar a la crisis del
’98-. Es una década de bajas sostenidas que explica y da cuenta del proceso
de sobre explotación pesquera.
Podemos
afirmar, por tanto, que la actual crisis
de la pesca manifestada en la tendencia sostenida a la baja en las capturas
pesqueras particulares –jurel, merluza, etc.- se explica, fundamentalmente, por
la sobre explotación de los recursos del
mar a corto, mediano y largo plazo.
Entre
1941 y el 2010 se capturaron 182.5 millones de toneladas en recursos del mar.
De ese total, el 91,6% se genero desde mediados de los setenta y el 2010. Durante
los gobiernos de la concertación democrática no
sólo se capturo el 70 por ciento de ese total, sino también se
capturo el 64 por ciento de todo lo capturado en el país en los últimos setenta
años.
La
expansión y modernización del sector se manifestó desde mediados de los setenta
en el aumento de la pesca para producir harina y aceite de pescado, en la
expansión de los productos congelados, en el desarrollo de la acuicultura y en
el aumento de las exportaciones. La presión que ese modelo ejerce sobre los
recursos del mar estimula y genera un desarrollo no sustentable del sector.
La
“ley corta” del 2002 es consecuencia de la crisis de fines de los noventa.
Luego, de 10 años de aplicación uno de sus objetivos ha fracasado de manera
rotunda: la sustentabilidad. Finalmente, la “ley larga” del 2012 es
consecuencia de la confluencia de una crisis de corto y largo plazo. La legislación pesquera que comenzará a
regir desde Enero –en dos semanas más- ha centrado la discusión en las cuotas,
sus usos y su distribución; y ha olvidado, la sustentabilidad.
Una
pregunta final: ¿es compatible la sustentabilidad de los recursos naturales en
general y los pesqueros en particular en el contexto de un modelo de desarrollo
centrado en el mercado y en el crecimiento ilimitado de la economía? Si la
respuesta es positiva, hay esperanza. Al contrario, si es negativa, el futuro
es incierto.